
Nací en pequeño pueblo de la sierra madrilena el 5 de febrero de 1954 el día de Sta. Águeda, por lo que durante mucho tiempo odie mi nombre , Mª Isabel, deseando el nombre de la santa que me correspondió en suerte. Me mudé a Madrid con mis padres y con mis seis hermanos casi a la vez que en otro punto del planeta moría Frida Khalo y desde pequeña me incliné por el arte, a pesar de que mi parte de mente científica me empujó años después a la facultad de matemáticas. Tal vez necesitara la fórmula secreta para poder contar mis papeles, todos los hippies que había en Madrid o las buhardillas destartaladas en las que viví, desde que a los 19 años conseguí mi independencia, aún demasiado pequeña para soñar con vivir en Londres y cantar canciones en inglés.
Y llegaron los 21 al mismo ritmo con el que me despedía de las canciones de gramola de los bares del parque del oeste, cambiando de país, el español por el inglés y las matemáticas por el grabado en las escuelas de Epsom, Oxford y Banbury.
En 1980, aprovechando una vuelta más del globo terráqueo regrese a España, esta vez al norte del norte, y esta vez también para quedarme.
Desde entonces nacieron mis hijas, estudié para proyectista solar en una época en la que tomaban por raros a los defensores de la sostenibilidad y monté mi propia empresa dedicada a la fabricación de papel a partir de fibra recuperada, productos sostenibles del papel y formación medioambiental.
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